El cáncer de próstata es más frecuente en hombres de más de sesenta y cinco años, de hecho seis de cada diez casos se dan en hombres que han superado esta edad. Es el más común en los hombres por detrás tan solo del cáncer de piel. Estudios realizados en EEUU afirman que uno de cada nueve hombres padecerán este tipo de cáncer, muy raro en los menores de cuarenta años. Si se habla de mortalidad, el mismo estudio afirma que es el que más vidas se cobra después del cáncer de pulmón. Estamos hablando, por tanto, de un problema muy importante y para solucionar el mismo se están realizando diversos estudios.
Cada cierto tiempo salen a la venta nuevos medicamentos para tratar el cáncer de próstata, sobre todo en sus etapas iniciales. Pero el proceso para que un medicamento llegue a las farmacias es largo y muy laborioso. Para empezar, deben de realizarse investigaciones sobre el efecto de los fármacos en este cáncer hasta encontrar aquel que parezca que funciona mejor. Una vez que se tiene un medicamento experimental debe someterse a diferentes pruebas, siendo la última el ensayo clinico cancer de prostata.
Se trata de un estudio que se lleva a cabo con enfermos de cáncer de próstata que se ofrecen voluntarios para llevar a cabo la investigación. Algunos de ellos reciben el medicamento mientras que otros reciben tan solo un placebo. En ningún caso saben quién ha recibido qué para que así pueda valorarse el efecto real del medicamento y cuál es el efecto de la sugestión. Tras un cierto tiempo, si los estudios determinan que el medicamento tiene efectos positivos y que estos son mayores que los posibles efectos secundarios, el medicamento puede llegar a comercializarse.
Todos estos pasos son fundamentales para que los medicamentos que llegan a la farmacia sean seguros y se sepa exactamente cómo actúan en las personas, ya que de otro modo podrían confiar en tratamientos que realmente no ofrecen lo que prometen y esto repercutiría en que la enfermedad avanzaría sin barreras reales. Y esto sin contar con los posibles efectos secundarios que, en algunos casos, pueden llegar a ser peores que los beneficios por lo que no merecería la pena. Se estaría jugando con la vida de los enfermos y por eso es necesario un control tan estricto antes de que un medicamento llegue a la farmacia.