El señor de las moscas en mi piscina

Cuando miro desde mi ventana la piscina de la urbanización donde vivo tengo la sensación de estar en la novela El señor de las moscas. No importa la hora que sea, siempre hay niños dominando la piscina como si fuera la isla desierta de aquel libro. Les imagino con taparrabos y pinturas de guerra amenazando a cualquier adulto que ose penetrar en sus dominios.

Cuando llegué a mi nueva casa, miré con lupa el tema de la piscina. En esta ciudad hace mucho calor y el tema de la piscina es importante… Es verdad que nos acostumbramos a lo bueno. Hace unos años vivía en el centro, y lo más cerca que tenía una piscina era un par de paradas de metro. Ni se me pasaba por la cabeza ir a una piscina pública porque las imaginaba llenas hasta los topes… de gente, no solo de agua. Al cambiarme de barrio y dejar el centro me di cuenta de que perdía algunas cosas pero también ganaba otras. Y ganaba, por ejemplo, la piscina…

¿Quién me iba a decir a mí hace años que me iba a hacer un ‘experto’ en cerramientos de piscinas? Cuando paseo por el barrio, siempre meto la nariz por las verjas de las urbanizaciones para analizar la piscina y compararlas con la mía: esta es más pequeña, esta no tiene techo, aquella tiene poco césped…

Durante unos años creí que mi urbanización tenía la mejor piscina del barrio y tal vez fuese así, pero tuve que cambiar y buscar un piso nuevo. Y el tema de la piscina fue asunto de Estado, al menos al principio. Cuando me enamoré de mi nuevo piso, lo de la piscina pasó a un segundo plano porque, ya se sabe, no se puede tener todo.

Las veces que visitamos el nuevo piso, no me imaginé lo que pasaba allí abajo: casi nunca había nadie. Aunque es una piscina bastante pequeña me convencieron sus cerramientos de piscinas y el hecho de que abriese parte del invierno al ser climatizada. Y no había nadie por allí porque cuando íbamos los primeros días los niños estaban en el colegio. Al acabar el colegio, se adueñaron de la piscina, desde que abre hasta que cierra. Y ni un largo puedo hacer sin sortear a tres o cuatro niños gritando…