Servir a los demás

Nunca me gustó estudiar, me parecía que estaba perdiendo el tiempo, y aunque hoy, con unos años más, lo veo desde otra perspectiva, no me arrepiento de no haber ido a la universidad, como muchos de mis amigos. Acabé el instituto dando tumbos y tanto mis padres como yo mismo concluimos que lo mejor era seguir en otra dirección. Fue así como conocí el mundo del voluntariado.

Una buena amiga llevaba intentando atraerme hacia su mundo durante mucho tiempo. Ella llevaba tiempo como voluntaria para diferentes organizaciones. Entre mi círculo de amigos era popular porque había estado en África colaborando con una ONG con apenas 18 años. En aquellos tiempos se nos antojaba como toda una hazaña.

Tras su experiencia africana, formó parte de un Voluntariado ayuda familias cancer España. Yo sabía que quería dedicar mis esfuerzos a algo que tuviera una repercusión social directa: no estudiar Económicas para hacer dinero y comprarme un ático y un par de coches: eso no me estimulaba nada, al contrario que a muchos de mis amigos.

Y fue así como acepté finalmente la oferta de mi amiga y comencé a colaborar de voluntario en su organización mientras trabajaba de cocinero, otra de mis grandes aficiones. Solo tenía 20 años, y estaba lleno de energía, pero mis padres me aconsejaron: no vas a poder seguir muchos años a ese ritmo. Obviamente, tenían razón.

Mi amiga pronto volvió a África y me ofreció ir con ella, pero yo preferí seguir en España encargándome de su labor en el Voluntariado ayuda familias cancer España. Tras un tiempo, la ONG en la que colaboraba me ofreció un trabajo a tiempo completo: pasaría a formar a otros jóvenes voluntarios.

Fue en ese momento cuando me planteé si quería convertir mi afición en un trabajo y dejar la cocina: un trabajo muy satisfactorio, pero extremadamente duro, sobre todo en los inicios. Finalmente decidí que sería más útil como formador y gestor de voluntariado y acepté la oferta. Al final, tras unos años, yo también me fui a África donde me reencontré con mi vieja amiga… que se convirtió, al fin, en mi mujer.