Creo que cuando alguien señala el perfeccionismo como su principal defecto, lo dicen con la boca pequeña. Es lo mismo que cuando se “acusan” de tercos o cabezotas, es una forma de responder a su defecto como si fuera una virtud. Pero yo soy de las que piensa que el perfeccionismo si es un defecto si no lo sabemos controlar. Os pondré un ejemplo para que me entendáis.
Soy una apasionada del hogar y me gusta tenerlo todo siempre “perfecto”, algo que no es posible cuando tienes en casa dos torbellinos que no paran: mis dos hijos pequeños. Pero lo intento. Cuando tengo un ratito siempre me evado con mis proyectos para el hogar. Y lo último que se me metió en la cabeza fue cambiar las cortinas. No estaba nada contenta con cómo habían ido quedando con el paso del tiempo, perdiendo su brillo inicial.
Lo que quería eran cortinas que tuvieran una caída perfecta para lo que busqué consejos sobre como confeccionar cortina onda perfecta. Cuando miro casas en revistas o programas de televisión, casi siempre tienen esas cortinas con ondas ideales: ¿por qué yo no puedo tenerlas igual? Así que manos a la obra. Tengo cierta maña con esta clase de proyectos, pero tampoco se puede decir que sea una profesional. Lo intento, no obstante.
Y con este proyecto de cortinas puse todo mi empeño para que quedaran perfectas, tal y como yo tenía en la cabeza. Revisé todos los trucos y seguí al pie de la letra los consejos sobre como confeccionar cortina onda perfecta que me parecieron más prácticos. Porque no todo lo que se encuentra en internet funciona, claro está. Pero mi proyecto iba viento en popa.
El día de colocar las cortinas estaba súper nerviosa, esperé que los chicos se fueran y comprobé que las cortinas tenían una caída y una onda ideal. Estaba muy satisfecha, pero cuanto más las miraba, más encontraba pequeñas imperfecciones. Cuando uno de mis hijos se colgó accidentalmente en una cortina y la rasgó… me eché a reír: lo vi como una lección. ¿Realmente es tan importante que las cosas queden perfectas?