La familia y la enfermedad

Dicen que cuando llegas a determinada edad dejas de temer a la muerte. Yo nunca la he temido pero sí es verdad que cuando mis hijos eran pequeños empecé a agobiarme con las enfermedades. Fue la primera vez que me sentí irremplazable: tenía una responsabilidad y si yo hubiera faltado mis hijos lo hubieran notado mucho. Ya se sabe lo que se suele decir: todo niño pequeño necesita un padre y una madre, o al menos dos figuras referenciales que lo cuiden y lo guíen.

En esa época me sentía un poco más inseguro con algunas cosas, cuando yo siempre había sido una persona con pocas ansiedades. La gente me hablaba de sus problemas de salud y yo no le daba mucha importancia, pero al final los terminé entendiendo. Notar que te duele el pecho y empezar a pensar que tienes tal o cual cosa.

Pero ahora es diferente. Mi hijo pequeño tiene más de 30 años… no es un niño. Y las enfermedades ya no me importan tanto. ¿Conocéis algún caso de persona que no haya muerto? ¿No, verdad? Pues yo tampoco voy a ser el primero. Tengo casi 80 años, la muerte me sigue de cerca. Hace poco fui a una consulta por sintomas del cancer de pancreas terminal. No quedó claro el diagnóstico y debo seguir haciendo pruebas, pero mis hijos están agobiados con el tema. Y no lo entiendo muy bien.

A ver, es normal que me tengan cariño… soy su padre. Pero poco puedo hacer ya por ellos en lo que me queda de vida. Ya no soy esa clase de padre que se mete en todo y quiere saberlo todo. Prefiero que hagan su vida. Y si necesitan algún consejo, pues ya veremos porque no me gusta nada dar consejos ni que me los den. Todo lo más, si tienen algún problema sí les puedo dar mi opinión o ayudarles en la medida de mis posibilidades.

¿Y mis nietos? Bueno, ellos no saben nada de los síntomas del cancer de páncreas terminal y sí que me da un poco de pena por ellos. Pero están bien cuidados y no temo por ellos.