Cuando fuimos de viaje a Estados Unidos nos dimos cuenta de las diferencias que puede haber entre una cultura y otra en relación al transporte público. En algunas ciudades de ese país es casi imposible vivir sin tener un vehículo privado. Las distancias en determinados estados complican mucho la vida sin coche y en ciudades como Los Ángeles no se concibe la vida sin coche particular. Allí el metro es un desastre y el autobús es más o menos lo mismo.
Por suerte, a este lado del Atlántico las cosas parecen funcionar de otra manera. Tal vez en algunos ámbitos no estemos del todo bien, pero en lo que respecta al transporte público no nos podemos quejar si nos comparamos con otros países occidentales. Sin ir más lejos, en mi propio entorno es más rentable barco vigo cangas mar de ons que ir de una localidad a la otra en coche. Por supuesto, es un caso muy particular, pero sirve para ejemplificar esta situación.
No cabe duda de que el futuro pasa por seguir mejorando el transporte de pasajeros y el transporte de financiación pública. Es la manera de contribuir a la sostenibilidad en materia de transporte. No seré yo el que diga que usar el coche no tiene ventajas, porque tiene muchas: autonomía, tiempo, comodidad, tranquilidad, etc. Pero la realidad es que el siglo XX será recordado como aquel en el que las ciudades se transformaron para beneficiar esta clase de transporte, a costa de todo lo demás.
Hace unas décadas, la sostenibilidad no estaba en la agenda, ahora es diferente. Por eso es importante que los organismos públicos se impliquen también en facilitar el transporte de pasajeros como sucede en el caso del barco Vigo cangas mar de ons. Si no fuera por ello, tal vez muchos viajeros seguirían eligiendo el coche. Y es que no se puede pedir a los ciudadanos que paguen más por un transporte más lento. Al contrario, debe ser práctico y asequible para que sea de uso mayoritario. Ese es el objetivo que tenemos a largo plazo. Pero, mientras tanto, debemos dar pequeños pasos en esa dirección.