Mi abrigo maldito

La historia de mi abrigo da para una novela, pero voy a tratar de resumirla. Hace algo más de diez años buscaba un buen abrigo para el invierno: algo práctico pero estético. El abrigo es una pieza básica que se usa insistentemente durante meses. Además, es como tu tarjeta de presentación: es lo primero que ven de ti. Por eso me tomé muy en serio su compra.

Fue en una tienda online ropa hombre cuando me ‘enamoré’: había encontrado el abrigo definitivo, tipo oficial de la marina, en negro, con detalles en rojo. Me costó caro, pero merecía la pena. Y cuando me lo probé en casa me quedaba perfecto. “Una gran compra”, pensé. Y vaya si lo fue que hoy, 12 años después todavía está en mi armario… y lo uso de vez en cuando.

En unos meses mi abrigo empezó a adquirir cualidades ‘mágicas’. Me explico: cuando salía por la noche de fiesta con él tenía más éxito con las chicas. Elaboré alguna estadística y no había duda: aquel abrigo me había convertido en otro. Cuando llegó el verano tuve que apear, lógicamente, el abrigo y mi nivel de exitosa seducción descendió dramáticamente. Pero los veranos en mi tierra duran poco, así que no tardé en volver a enfundarme el abrigo y salir a triunfar.  

Pero aquel abrigo empezó a ‘apoderarse’ de mi con el paso del tiempo. Me recordó a lo que sufrió Peter Parker con el traje negro de Spiderman: mi personalidad cambiaba cuando me enfundaba el abrigo. Una cosa de locos. Empecé a moderar su uso, hasta que años después dejé de usarlo. En realidad, ya no necesitaba sus ‘servicios’ porque empecé a salir con una chica.

Pero, de vez en cuando, abría el armario y allí estaba aquel abrigo que compré en tienda online ropa hombre, retándome para pasar otra noche junto a él. Y caí en la tentación… lo que arruinó mi relación. Y más que mágico, el abrigo terminó siendo maldito, porque por su ‘culpa’ hice cosas que no debía haber hecho.

Hace un par de fines de semanas, después de tres años, volví a enfundarme el abrigo… no recuerdo nada de lo que pasó aquella noche. Esta vez lo guardaré bajo llave.